viernes, 30 de octubre de 2009

RELATO: Fidel, Ernesto, Teresa

Llega un momento en la vida de un hombre en el que tiene que tomar demasiadas decisiones en un corto periodo de tiempo, decisiones que le afectarán para siempre, y que aunque puedan tener marcha atrás, ya supondrán una inversión de las fuerzas de uno mismo, del dinero, tiempo y paciencia, que las hacen por completo críticas. Si estudiar o qué estudiar, en qué trabajar, donde vivir, si comprarse casa o alquilarla, si vivir sólo, en pareja, casado, si tener hijos… Lo peor de las decisiones importantes de la vida es que hay que tomarlas antes de tener los datos suficientes como para saber lo que uno está eligiendo.

miércoles, 28 de octubre de 2009

RESEÑA: Buenos Presagios, de Terry Pratchett y Neil Gaiman

Hace nada he acabado una de esas novelas que deparan verdadera satisfacción al que la lee. No porque tenga un estilo preciosista, una técnica depuradísima o un argumento que mantenga pegado el libro a mis manos, aunque en parte también (está muy bien escrito y sabe cómo despertar y mantener el interés). La satisfacción viene de que me cuentan una historia que me hace pasarlo genial. Como un crío: concretamente el crío que yo mismo fui.


La novela en cuestión es Buenos Presagios, de Neil Gaiman y Terry Pratchett. Del primero conocía Sandman (estupendas novelas gráficas), sus guiones para cine (basados en su propia obra y sus novelas sólo de oidas. Del señor Pratchett soy fan desde hace casi 20 años y me ha facilitado más carcajadas que ningún otro escritor.
La novela tiene ya su tiempo pero no ha envejecido en absoluto. Se la recomiendo a todos los que quieran divertirse (en este caso a costa del Anticristo, el Apocalipsis, ángeles y demonios. Y es que, como dice NG acerca de TP, se puede escribir fantasía, incluso fantasía cómica, escribiendo muy, muy bien.


sábado, 3 de octubre de 2009

RELATO: El Pañuelo

Kia no llegaba a acostumbrarse al nudo en la boca del estómago que le producía la espera. Un par de horas atrás había intentado comer un poco de guiso, pero al tercer bocado no había podido continuar –el nudo no dejaba pasar ni un guisante-, y vomitó lo poco que había ingerido tan sólo un rato después.
Los hombres habían partido hacía treinta horas ya, y aún les quedaban algunas para regresar. Habían ganado. Sólo cincuenta o cien muertos. Las noticias de la batalla eran todo lo buenas que podían ser cuando cuatrocientos hombres van a matar a otros cuatrocientos, por motivos que ni siquiera conocen, pero que se antojan esenciales para la supervivencia. Si eran en efecto esenciales o más bien se debían al antojo de media docena de ricachones que ni siquiera participarían en la batalla, no interesaba a Kia. Lo único importante era que él estaba entre los cuatrocientos. Estaba por primera vez, pues era muy joven, así que se podía decir que era su bautismo en estas lides, por mucho que fuera el más hábil luchando en el patio, con espadas de madera.

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