martes, 3 de agosto de 2010

RESEÑA: Tiempo de odio, de Andrzej Sapkowski

Tiempo de odio, segunda novela pero cuarta entrega de la saga de Geralt de Rivia, es una pequeña sinfonía literaria. Si con la primera y segunda entrega nos presentaban los instrumentos en forma de relatos sueltos, y con La sangre de los elfos estos instrumentos se desplegaban magistralmente en la sala de conciertos y empezaban a tocar para que nos hiciéramos a la idea de lo bien afinados que estaban, es ahora cuando todos se unen y entremezclan entre sí conformando una melodía embriagadora.


Desde el principio cada uno de ellos van tocando sus pequeños solos, dándose paso los unos a los otros en un crescendo que acaba enérgicamente en el largo clímax de los sucesos de la isla de Thanedd, momento en el cual todos los instrumentos tocan al mismo tiempo en un caos milimétricamente orquestado por Sapkowski. Tras esta explosión de acontecimientos, la música empieza a apaciguarse en un necesario decrescendo que irá poniendo en su sitio cada hilo argumental preparándose para el final de la novela, que empuja inexcusablemente hacia la siguiente, muy entrada la cual seguirán atándose cabos y resolviéndose misterios de los originados aquí.
Así, si en La sangre de los elfos se mostraba a los jugadores de una macropartida de un juego de estrategia y éstos comenzaban a mover, ahora estos movimientos se definen, se complican, muchos arriesgan, y empiezan a cobrarse piezas, dejando claro que algunos jugadores no solo no van de farol, sino que llevan la mano cargada y quieren aplastar a los demás, aunque como siempre, todos desean poseer el comodín que podría desequilibrar la balanza, y éste no es otro que Ciri.

Si en la anterior novela Ciri aprendía de Geralt cómo ser una bruja y defenderse con la espada, ahora aprenderá de Yennefer los principios acerca del lanzamiento de encantamientos para ser una hechicera. Curioso el triángulo formado por estos tres: una hechicera estéril que desearía poder tener hijos, un brujo supuestamente insensible pero que lo daría todo por la joven, y en medio la niña del destino, jugando a ser la hija de la extraña pareja para formar la familia desestructurada extrema.
Ésta es también, de largo, la novela de la hechicería, y no sólo por los acontecimientos de la Torre de la Gaviota en el congreso hechiceril de Thanedd, sino por la riqueza de personajes de esta profesión que tienen papel crucial en la novela, no sólo la ya mencionada Yennefer, ni viejos conocidos como Triss Merigold o el malvado Rience, sino por los más novedosos como la intrigante Filippa Eilhart o el misteriosísimo e interesante Vilgefortz. El interés y/o la diversión de una escena son exponenciales al número de hechiceros que intervengan en la misma. Así, por ejemplo la parte de la cena previa a la reunión resulta tremendamente divertida, desternillante por momentos. De lo mejor de una novela que ya de por sí mantiene un extraordinario nivel de cabo a rabo.
Por supuesto otros personajes tan imprescindibles como el amigo Jaskier o el imponente Dijkstra no podían faltar, pero a pesar de tratarse de una obra tremendamente coral –quizá su gran acierto-, los protagonistas siguen siendo Geralt y Ciri, aún cuando esté ausente.
Sobre ella se desvela de forma inquietante el misterio de la Antigua Sangre, pero arrojando más sombras que luces sobre el futuro, que además tiene ya, decididamente, el color de la guerra.
Por último, una cita del libro:
No sabemos mucho del amor. Con el amor es como con la pera. La pera es dulce y tiene forma. Intentad definir la forma de la pera.

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