martes, 20 de abril de 2010

Nuevo cuento (extracto)

Os dejo un párrafo del cuento que he mandado para la convocatoria que mencionaba hace un par de entradas en el blog. No lo cuelgo entero aquí hasta que no me digan que no lo cogen para esa antología (allá por el verano)...

El rey del bosque (extracto).

Aprendí a escuchar los cantos de los pájaros, a encontrar sus nidos y a robar sus huevos, a buscar las setas, frutos y raíces que podían comerse, a distinguir las huellas de un corzo de las de una cabra montesa, a seguir los rastros más frescos, a acercarme a mi presa con el viento de cara para que el olor no delatara mi posición, a deslizarme sin hacer ruido, a esconderme de tal manera que no me viera nadie ni aún buscándome, también a ser letal, a matar de un solo golpe, a ser hábil con el cuchillo al desollar un lobo de tal manera que no estropeara la piel para luego venderla lo mejor posible o cambiarla por más víveres. Aprendí a no enfrentarme a un oso o a una manada de lobos, y si no podía evitarlo, a qué tenía que hacer para tener más opciones de sobrevivir. De esta manera si el bosque hablaba yo lo escuchaba. Si tenía algo que mostrar yo lo veía. Mi olfato y las yemas de mis dedos curtidos también leían lo que el resto de mis sentidos no podían. Pronto me convertí en un cazador tan bueno como el mejor, solo que más joven, más fuerte y más rápido. También era más temerario de lo que debía, pero esto supuso una ventaja en aquella ocasión, pues si hubiera sido lo cauto que las circunstancias requerían al menos dos personas habrían muerto aquel día y quién sabe cuantas después. Afortunadamente hasta aquel día desconocía el miedo, pues era el rey del bosque.

If, de Rudyard Kipling

Os dejo con el celebérrimo poema IF de Rudyard Kipling, al que recientemente reseñé, por si alguno no lo ha leído.

(Aquí se puede encontrar el texto original comparado con el traducido).


SI (IF)

Si puedes conservar la cabeza cuando a tu alrededor
todos la pierden y te echan la culpa;
si puedes confiar en tí mismo cuando los demás dudan de tí,
pero al mismo tiempo tienes en cuenta su duda;
si puedes esperar y no cansarte de la espera,
o siendo engañado por los que te rodean, no pagar con mentiras,
o siendo odiado no dar cabida al odio,
y no obstante no parecer demasiado bueno, ni hablar con demasiada sabiduria...

Si puedes soñar y no dejar que los sueños te dominen;
si puedes pensar y no hacer de los pensamientos tu objetivo;
si puedes encontrarte con el triunfo y el desastre
y tratar a estos dos impostores de la misma manera;
si puedes soportar el escuchar la verdad que has dicho:
tergiversada por bribones para hacer una trampa para los necios,
o contemplar destrozadas las cosas a las que habías dedicado tu vida
y agacharte y reconstruirlas con las herramientas desgastadas...

sábado, 10 de abril de 2010

Sugerencia de cuento.

Si a alguno de los que lean estas palabras le pica el gusanillo de escribir pero no acaba de lanzarse, le sugiero que escriba un cuentecillo para la actual convocatoria de Calabazas en el trastero, una interesante iniciativa fuera del circuito de concursos de la pequeña editorial Saco de Huesos.
Se trataría de un cuento de terror relacionado con los bosques de entre 1000 y 5000 palabras, un margen bastante amplio.
Yo ya estoy con uno, y seguro que al menos mi amigo el Cuentacuentos del blog Murmullos de la Anciana también se anima...

viernes, 9 de abril de 2010

El pirata Roberts

Una de mis escenas favoritas de La Princesa Prometida que no estaba en youtube hasta hace bien poquito... Algún día espero escribir aquí la reseña de la novela: lo apunto en trabajos pendientes.


miércoles, 7 de abril de 2010

MICRORRELATO: Agujeros negros.

La primera vez que vi tus ojos no los miré, pues me estaba fijando en otras partes de ti.
La primera vez que miré tus ojos me di cuenta de que iban a juego con el resto de tu perfección, y decidí que me gustabas.
La segunda vez que te miré a los ojos, éstos me miraron a mí también, desnudando mis intenciones, pero esto me hizo sentir mejor.
La siguiente vez me di cuenta de que tu iris era del mismo almendrado que tu pelo, y este es uno de esos pequeños fetichismos personales que hacen que si alguien me gusta, me guste más aún de lo que lo hace antes de descubrir el detalle. O al menos fue fetiche a partir de aquel momento.
Después, te miré y noté algo raro, no sabría decir el qué.
La penúltima vez que te miré a los ojos sentí una extraña profundidad en tus pupilas. Profundidad literal: un espacio inmenso detrás de las mismas, cada una era un agujero negro que mientras observaba iba volcando todo lo que tenía delante hacia el interior del embudo a velocidad instantánea.
Finalmente volví a mirarte a los ojos. Y sentí miedo.
Demasiado para mí, no volví a hacerlo.

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