martes, 18 de enero de 2011

Obras maestras: El hombre que pudo reinar (1975)

Como dije hace poco, este año voy a hablaros más de cine. Mi idea es no ir con una idea prefijada para ello a la hora de escoger la materia concreta. Sin embargo si que me gustaría comentar no exhaustivamente películas de siempre, que según mi criterio son obras maestras. De ahí la etiqueta, por llamarlo así, la nueva sección dentro del blog. Y qué mejor manera de empezar que con un film basado en una obra literaria ya mencionada aquí.
Cuando hace unos meses reseñé la colección El hombre que pudo reinar y otros cuentos, empecé hablando así de su autor: "Hay escritores que se han ganado el tener su nombre escrito en letras de oro en el hall of fame de la literatura, y Kipling es uno de ellos". Ahora, que voy a hablar de la película basada en el relato principal de aquella antología, podría decir exactamente lo mismo de su máximo responsable.
Y es que hay directores cuyo trabajo hay que conocer si te va este arte que es el cine, que te pueden gustar más o menos pero su obra es sobrecogedora en cantidad y calidad, superiores a cualquiera de la actualidad (quizá media docena, dentro de unos cuantos años, puedan serlo si siguen así), y uno de ellos fue John Huston. Para que os hagáis una idea, debutó de forma rutilante en el 41 con El Halcón Maltés, considerada la joya de la corona del policíaco y su último film fue Dublineses en el 87, una pequeña e intimista maravilla que reflexiona sobre la muerte, basada en Los muertos de Joyce. Tocó todos los géneros, a veces deslumbró, otras no fue entendido, y las menos hizo como mínimo buenos entretenimientos. De entre todas sus obras, quizá no la mejor, pero casi seguro mi favorita es El Hombre que Pudo Reinar (The Man Who Would Be King, 1975).


Simplificándolo un poco, es una película de aventuras diferente a cualquier otra, acerca de dos soldados ingleses de fuerte carácter, gran carisma y valentía ilimitada, que inician una ambiciosa exploración llena de peligros en una región cercana a la India, la cual les llevará a vivir unas experiencias más allá de las que las mentes más calenturientas podrían imaginar, contada por un narrador de lujo, Rudyard Kipling, interpretado por Christopher Plummer. Estos dos amigos son Michael Caine en uno de los dos más grandes papeles de su carrera y Sean Connery en el mejor según mi punto de vista. La química entre ambos es tremenda, quedando plasmada en unos diálogos divertidos a la par que brillantes, que muestran una complicidad perfecta entre ambos y van conformando un guión soberbio, lleno de matices y cuestiones genuinamente planteadas. Una espectacular adaptación y ampliación del genial relato, que brilla con luz propia.
Además, es un film que no se olvida fácilmente por la fuerza de la mirada de Huston, especialmente en las escenas de masas (sobre todo las secuencias finales me impresionaron como cinéfilo) y por la principal reflexión a la que incita al espectador, que tras verla, sigue preguntándose una y otra vez: yo que hubiera elegido ¿ser dios o rey?

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