miércoles, 10 de julio de 2013

RESEÑA: Lágrimas de luz, de Rafael Marín

¿Cuál es la mejor manera de escoger un libro de ciencia ficción que llevarse a las manos? Pues, tras excluir de entrada lanzarnos a algo al azar, podemos optar por algún autor que conozcamos y ya sepamos que nos guste. También podemos oír las recomendaciones de alguien en cuyo criterio confiemos. Otra opción es recurrir a las obras clásicas. Suelo sugeriros aquí a muchos de estos (Asimov, Bradbury, Heinlein…), y ya iba siendo hora de quedarnos en casa, hablándoos del libro que muchas veces ha sido etiquetado como mayor clásico español de ciencia ficción: Lágrimas de luz, de Rafael Marín.


El punto de partida de Lágrimas de luz es una persecución: durante la Tercera Edad Media (y esta ubicación temporal es bastante sintomática), nuestro protagonista Hamlet Evans, payaso y alma máter de un circo, se percata de la proximidad de la autoridad hostigadora representada por la todopoderosa Corporación y emprende una atropellada huida con sus hombres. Entonces dejaremos esta pendiente y saltaremos al pasado para ver cómo hemos llegado a tal situación, siempre de la mano de Hamlet, protagonista supremo y narrador de la historia, que siempre contemplaremos desde su óptica.

Así, con ese retorno al pasado, partiremos de cero desde los tiempos en que Hamlet era un ciudadano aborregado más y decidió intentar progresar formando parte de la citada Corporación, realizando un examen para ser instruido como poeta en el Monasterio, una suerte de universidad instructora de juglares que canten y difundan las gloriosas conquistas corporativas, siempre que obtengan la aprobación de Nueva York, algo así como la difusa cabeza intangible de la Corporación.

Hamlet vivirá gran parte de sus periplos de esta manera, entre soldados de asalto cuya misión será arrasar con cualquier planeta con el que se topen, desproveyéndolo de todos sus recursos por el bien común y aplastando cualquier resistencia, humana, extraterrestre, animal, vegetal o ideológica. Tanto la formación de Hamlet como la presentación de este expansionismo desaforado hacen pensar de inmediato en Tropas del espacio, la celebérrima y controvertida novela de Heinlein, cambiando el inflexible punto de vista de la soldadesca por otro más dinámico que la siga de cerca. De esta manera, si bien el punto inicial es parecido al del ambiguo clásico militarista, aquí nos desviaremos llegado el momento hacia el pensamiento crítico.
Por lo tanto, de entrada cambiamos la plana perspectiva del soldado por la del responsable de cantar sus gestas, tan artista como periodista (con obligación partidista), y después insertamos la duda en él. Hamlet experimentará una obvia transformación caracterizada por el desencanto de su situación, lo que no le causará pocos conflictos y consecuentes aventuras a lo space opera, aunque puede que se convierta en algo previsible en sus reacciones o repetitivo en sus argumentaciones anticorporativas y antibelicistas.

El estilo con el que Rafael Marín escribió esta historia (ojo al dato: a los 22 años, en el 84) es crudo, pero también proclive al lirismo, lo que se convierte en uno de los sellos de la novela. No en vano escoge como protagonista a un bardo. También tiende mucho a la divagación sobre multitud de temas, no solo sobre la libertad, el libre albedrío o el autoritarismo, obvios tras echar un ojo a la historia, sino sobre conceptos tan poco cienciaficcioneros (a priori) como la narración de historias y el proceso creativo (metanarración, en definitiva), el arte, la verdad o la madurez. Es en algunas de estas divagaciones, quizá, donde la novela brilla más, aunque otras puedan entorpecer el ritmo narrativo.

Otro elemento a señalar muy presente en la obra es la multireferencialidad, solo hay que mirar el shakesperiano nombre del protagonista. Existen continuas alusiones tanto a clásicos literarios como a creadores de cómic americano, y es que Marín demostraría posteriormente a lo largo de su carrera su sapiencia en materia del noveno arte (y sigue haciéndolo), así como las influencias que tuvo del mismo.

A modo de conclusión diré que no sé si existe un antes y un después de Lágrimas de luz en la ciencia ficción española o si se trata del mayor clásico patrio del género, pero sí es sin duda una buena novela, bastante disfrutable, cuyo lirismo y reflexiones hacen que dé un paso más allá de la mera space opera. No sé por tanto si el mayor, pero sin duda se ha ganado lo de “clásico”.

Ahora algunas citas que he seleccionado de la obra:

“En un momento dado un hombre puede necesitar un discípulo más que un maestro”

“El espacio es metal. Es oscuridad. Es hastío. Es, a ratos, silencio. Pero el espacio es, sobre todo, soledad, la más espantosa de las situaciones por las que puede atravesar un hombre, la más paradójica, la más inverosímil.”

“Si bien son los héroes quienes hacen la historia, somos los cobardes quienes nos dedicamos a contarla.”

“Es una suerte que los poetas no tengamos otra misión que la de mirar y mentir”

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