lunes, 31 de marzo de 2014

RESEÑA: La caída de Hyperion, de Dan Simmons

En 1989 Dan Simmons nos contaba con Hyperion la historia de una peregrinación en la que los integrantes de la misma contaban sus historias durante el viaje, muy al estilo de los Cuentos de Canterbury. Tan solo un año después, en 1990 veía la luz La caída de Hyperion, continuación directa del anterior, hasta el punto de que recoge el hilo de la narración tan solo un instante después de que lo suelte la primera parte.


Si en Hyperion Simmons nos presentaba a los peregrinos en función de sus dispares historias, que si bien se hallaban bastante autocontenidas, nos dejaban decenas de interrogantes contemplándolas en su conjunto, ahora podremos contemplar cómo todos estos alambres se van liando entre ellos hasta adquirir un sentido completo que nos conducirá hacia un desenlace, y es que aunque aunque el ciclo de Los Cantos de Hyperion esté formado por cuatro novelas (Hyperion, La caída de Hyperion, Endymion y El ascenso de Endymion), las dos primeras forman una unidad narrativa, habitualmente denominada como Cantos de Hyperion, mientras que las dos obras restantes, que trancurrirán 250 años más tarde, suelen llamarse Viajes de Endymion.

En cuanto a la forma de contarnos las cosas, ahora no encontraremos una serie de novelas cortas interrelacionadas, sino una sola historia contada desde dos puntos de vista ligados. Por un lado contemplaremos la guerra entre los éxters y la Hegemonía del hombre desde los ojos de Joseph Severn, un artista muy relacionado con John Keats, al que se sigue rindiendo abierto homenaje a lo largo de las numerosas páginas de esta parte de la saga. Severn se hallará muy cercano a la mandamás de la Humanidad, la Funcionaria Ejecutiva Máxima Meina Gladstone, crucial personaje solo bosquejado en la anterior parte que ahora conoceremos en detalle. Así conoceremos su entorno de notables y las decisiones tácticas y estratégicas que se irán tomando según el desarrollo del conflicto. En cuanto al segundo punto de vista, también estará íntimamente relacionado con Severn, pues este personaje lleno de secretos soñará inexplicablemente con los acontecimientos referentes a la peregrinación, haciendo conocedor al lector de todo lo que ocurra a nuestros antiguos protagonistas cuando alcanzan su destino del planeta Hyperion, se abren las Tumbas del Tiempo, y comienzan a interactuar de una forma mucho más directa con el temible Alcaudón.

martes, 25 de marzo de 2014

Primeros amores

Se suele decir que nunca se olvida al primer amor, y estoy de acuerdo. Otra cosa es que los recuerdos sean positivos, o como mínimo que no aparezcan sentimientos enfrentados al respecto. Allá cada uno con la gestión de su memoria.

Sin embargo, si puedo afirmar con rotundidad que mi primer gran amor literario jamás me ha traicionado con sus recuerdos. Es más, cada vez que he vuelto a él, me ha regalado nuevas satisfacciones. Y aprovechando que he leído hace un rato que hoy es el día mundial de leer a Tolkien, me ha apetecido volver a una secuencia memorable y no demasiado obvia. No es que sea yo muy fan de los días de tal o cual historia, pero oye, nunca es mal momento para releer palabras como estas:


Dan ganas de seguir unas páginas, ¿verdad?

jueves, 20 de marzo de 2014

RESEÑA: Hyperion, de Dan Simmons

Hay quien dice que en arte de la narración ya está todo inventado, que solo existen unas cuantas historias base que contar y que todo lo demás son variantes de ellas o mezclas más o menos sutiles, o incluso copias descaradas o no en función del saber hacer del autor. Quizá sea cierto. Los Cuentos de Canterbury de Chaucer (que ya tenía en mente al Decamerón al escribirla) para muchos, es la obra literaria en inglés más importante previa a Shakespeare. Posiblemente sea cierto. Su extensísima influencia es de certeza innegable y abarca a su vez desde el Arcipreste de Hita hasta Neil Gaiman, y por supuesto a la obra que ahora nos atañe: Hyperion (1989), del estadounidense Dan Simmons.


Simmons escoge sin intención de esconderse la estructura narrativa de los Cuentos de Canterbury: un grupo de personajes realizan juntas una peregrinación, a lo largo de la cual cada uno contará una historia. La peregrinación, a fin de cuentas, será lo de menos y quedará en un segundo plano ensombrecida por cada una de las narraciones, mas en este caso nos dará el marco de referencia en el que se desarrollarán aquellas, estableciendo un escenario pura y netamente clásico de la ciencia ficción: la Hegemonía, una red de planetas unificados bajo un mando común y asistidos por un microcosmos de IAs; una amenaza emergente en forma de los éxters, sobre los que poco se sabe, ajenos a este inmenso protectorado; un planeta exótico al estilo Edgar Rice Burroughs, Hyperion, sobre el que se desarrollará casi toda la acción; una criatura cuasimística que puebla las leyendas de tal lugar, una auténtica dispensadora de muerte y sufrimiento en torno a la cual se ha levantado un culto: el temible Alcaudón. El cóctel resulta interesante, pero Dan Simmons no solo mezcla elementos, sino también géneros.

El planteamiento base, como he indicado, es de ciencia ficción, lleno de conceptos interesantes y presentados en su justa medida: teleyectores (teletransportadores), inteligencias artificiales en cuerpos humanos, auténticos universos virtuales, terraformación, comunicación interespecies, … Además, encontraremos todo el colorido de la space opera pero con bastante respeto hacia la rama hard de este género en multitud de ocasiones, o sea, considerando las bases científicas de muchas de las especulaciones que plantea (por ejemplo, con la omnipresente “deuda temporal”, esto es, el tiempo real de viaje espacial respecto al relativo en el interior de las naves). Sin embargo la mezcla de géneros será de mucho mayor alcance que esta, y dependerá de cada historia, todas las cuales merecen la pena por sí mismas:

martes, 18 de marzo de 2014

Distopías clásicas de la ciencia ficción

Una distopía es una visión del futuro terrible y desesperanzadora, en la que la sociedad ha evolucionado hacia las peores direcciones posibles.
Dícese por los más concurridos mentideros que este subgénero de la ciencia ficción, muy propio del siglo XX, alcanzó su máxima expresión con tres novelas que hoy se han convertido en grandes clásicos de la literatura universal.
En todas ellas se nos presenta una sociedad futura terrible en mayor o menor medida, y un personaje integrante de la misma que se la cuestiona. Y a partir de ahí, por supuesto, surge el conflicto y la narración toma su propio camino.
¿Cuál es la mejor? ¿Cuál te estruja la boca del estómago con más fuerza? Nada mejor que leerlas para opinar al respecto, pero como todas han quedado reseñadas, sirva este post para ponerlas juntas, confiando en que no se peleen entre ellas. Ahí van las tres:






martes, 4 de marzo de 2014

RESEÑA: Fahrenheit 451, de Ray Bradbury

A principios de los 50 no se vivía una buena época para las libertades en Estados Unidos. Guerra fría, teorías conspiratorias, fanatismo y desconfianza llevaron al senador McCarthy a emprender su célebre Caza de Brujas, en la que defenestró a gran cantidad de políticos, militares, cineastas, escritores y ciudadanos de toda índole so pretexto de comunistas y traidores. Este triste momento, amén de la todavía en mente de todos Segunda Guerra Mundial levantó no pocos detractores. Pero como siempre, ante la tiranía, más valía andarse con ojo. Bien lo sabemos aquí, por ejemplo con la sutileza de Berlanga en el periodo franquista. Uno de los más célebres casos allí fue el del gran Ray Bradbury con su Fahrenheit 451.


El escritor, bien consolidado como autor de relatos con las magistrales colecciones Crónicas Marcianas (1950) y El hombre ilustrado (1951), contempló las circunstancias que le rodeaban y se atrevió a preguntarse en qué podría desembocar todo aquello en su rutilante primera novela, Fahrenheit 451 (1953), publicada por entregas en Playboy. En ella, ante un presente en el que se castigaba con severidad el tener ideas políticas diferentes, o si quiera parecerlo, nos planteó un futuro en el que directamente no se podían tener ideas. ¿Y cuál es la mejor manera de obtener mentes mansas? Quitándoles aquello que las alimenta para hacerlas crecer llenas de conocimientos e iniciativa: los libros. Así, en su universo propuesto, poseerlos será un grave delito castigado con contundencia, para comenzar mediante la eliminación de los mismos con fuego purificador: el título de la novela refiere a la temperatura de combustión del papel.

Para contarnos la historia, Bradbury nos pone en la piel de Montag, un bombero dedicado a hallar y quemar libros, encontrando a los propietarios habitualmente por delación (un símbolo clásicamente asociado a los macarthistas). Los bomberos queman libros desde hace tanto que la idea de que antes no provocaran los fuegos sino que los extinguieran resulta disparatada. Claro, tampoco pueden leerlo e instruirse en ningún lugar. Un buen día, Clarisse, una vecina joven y agradable, pero bizarra y de mala familia, que tiene la fea manía de cuestionarse el porqué de las cosas, pondrá patas arriba el mundo de Montag al preguntarle si es feliz. Responderá que sí, pero, ¿es realmente así?, ¿su vida le llena? ¿Ama a su esposa?, ¿le ama esta? ¿Y su trabajo?, ¿qué esconden los libros que hay quien es capaz de dar su vida por ellos?

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